Pensativo, a su frente, cual si fuera
en muda discusión con el destino,
iba el héroe inmortal que en la ribera
del gran río argentino
al león hispano asió de la melena
y arrastró por la sangrienta arena.
El cóndor lo miró, voló del Ande
a la cresta más alta, repitiendo
con estridente grito: "Este es el grande!"
Y San Martín oyendo,
cual si fuera el presagio de la Historia,
dijo a su vez: "Mirad! Esa es mi gloria!"
El calvo señor de la montaña...
A dónde va? Qué vértigo lo lleva?
Va a esperar del Atlántico en la orilla
los sagrados despojos
de aquél gran vencedor de vencedores,
a cuyo solo nombre se postraban
tiranos y opresores.
Y allí estará cuando la nave asome,
portadora del héroe y de la gloria,
cuando el mar patagón alce a su paso
los himnos de victoria,
volverá a saludarlo como un día,
en la cumbre del Ande,
para decir al mundo: "ESE ES EL GRANDE!"
"Nido de cóndores", Olegario V. Andrade, mayo de 1877
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