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Es cierto que estamos inundados de Mundial y bienvenido sea! Sobre todo porque vemos que nos amigamos con la Jabulani, mientras que los candidatos rankeados no la ven y les cuesta acomodarse. Los equipos con poco peso mundialista parece que han perdido el "respeto" por ciertas camisetas que llegaban bañadas en seguridad ganadora. Tengamos fé, ya que nuestros muchachos llevan el potrero en los pies y saben bien cuánto bien nos haría un triplete.
Pero no es lo único que nos pasa. Aunque las calles se vean desiertas y la charla parezca monotemática, otras cosas suceden. Y no son menores: los temas tienen todos que ver con nuestra esencia, con nuestros derechos ignorados, disimulados, ninguneados por grupos sociales, eclesiásticos, económicos y políticos para quienes el "otro" no merece disfrutar de mejores condiciones de vida y no deberían elegir ni decidir basados en su libre albedrío.
Desde las más altas tribunas, nos bombardean con frases hechas, enarbolando prejuicios medievales acunados en una Iglesia que esconde bajo la alfombra un celibato incumplido, una homosexualidad reprimida y una pederastia flagrante, negando la programación inteligente y responsable de la maternidad/paternidad, queriendo impedir el aborto terapéutico de una piba violada en un incesto horripilante. No le conviene a la sociedad de señoras paquetas y señores abroquelados en el poder caminar las mismas calles de quienes portan caras diferentes, generalmente más oscuras y nativas, o cumplen roles distintos, reciclando desde la basura hasta las ideas, y mucho menos que hagan ostentación de una elección de a quién amar y pretendan ser igualitarios entre todos los amantes.
De pronto, esta teoría del vaso derramado es la gota de agua que horada la piedra y entre todos, vamos pariendo un orden social y cultural nuevo, aquél que seguramente marcará un cambio de nombre en la etapa histórica. Y nos tendrá como actores y protagonistas. Y seremos los que dejaremos una herencia de leyes que incluyan todas las diferencias, que amparen a cada hombre, mujer, niño, anciano de clases sociales opuestas, de elecciones sexuales distintas pero no "anormales", sólo distintas.
En presencia de la "Señora", título inefable ganado por sus "rosas rococó" y sus sonrisas impostadas para los invitados que buscaban sus 15 minutos de fama, contando casi ingenuamente su conocimiento de primera mano de dictadores genocidas, secuestrados y torturadores a los cuales siguió recibiendo, halagando, aceptando sus títulos y honores mal habidos en ese coqueteo con el poder que tanto la fascinó siempre. Otra cuestión para ser juzgada por la sociedad y por la Justicia.
En presencia de candidatos a la Presidencia de un país que se recicla en orgullo nacional, firmemente instalado en un mundo donde los imperios caen y tienen que volver a diseñarse, con una sociedad participativa, memoriosa y con el sentido común para separar la paja del trigo.
En presencia de una mujer que fue el estandarte intocable de un modelo de información ciudadana, formadora de opinión durante décadas, que ha traicionado su propia esencia femenina al apropiarse de los frutos de vientres violados, torturados y asesinados.
Este es el Mundial que vamos a ganar los argentinos: el de una identidad nueva, más fuerte, con participación plena en las elecciones de cómo queremos vivir, al lado de quién y haciendo qué.
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